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jueves, 12 de noviembre de 2020
miércoles, 7 de febrero de 2024
El herpes zóster es una enfermedad causada por la reacción a una infección primaria por el virus varicela zóster. Después de esta infección primaria, el virus normalmente permanece inactivo en la raíz dorsal o en el ganglio de un nervio, causando con su reactivación un dolor característico en áreas específicas y aparición de vesículas.
Tanto la varicela como el herpes zóster son causados por el mismo virus del herpes. La varicela aparece con la infección inicial y ocasiona una erupción generalizada, mientras que el herpes zoster ocurre después de la reactivación, años después, y los síntomas generalmente se localizan en una zona específica del cuerpo.
En los Estados Unidos de América, más del 90% de los adultos tienen evidencia en sangre (anticuerpos) de haber sufrido infección primaria por el virus de varicela zóster y, por tanto, están en riesgo de reactivación. Este riesgo aumenta con la edad y con cualquier condición o tratamiento que causen inmunosupresión.
Factores de riesgo
¿Cómo se presenta típicamente el herpes zóster?
El herpes zóster se caracteriza por un período de dolor constante o intermitente, de carácter quemante o punzante durante 2 a 3 días, seguido de la aparición de vesículas que siguen la distribución corporal de las afectaciones nerviosas correspondientes al ganglio infectado. La erupción es inicialmente color rojizo, con una mancha, seguida por la aparición de vesículas. Las lesiones tienden a agruparse a lo largo de las ramas del nervio afectado.
El dolor puede ser tan intenso como para interferir con el sueño y la calidad de vida, siendo el dolor posherpético persistente una complicación común de la enfermedad. El sello distintivo de una erupción por herpes zóster es que no cruza la línea media, como pueden hacerlo otras erupciones. La aparición de infección en las vesículas (pústulas) comienza a la semana del inicio de la erupción, seguida de 3 a 5 días de úlceras y costras. Casi el 20% de las personas presenta otros síntomas como fiebre, dolor de cabeza, malestar general o fatiga. En raras ocasiones, el dolor puede ocurrir sin erupción.
La duración del dolor también varía y puede extenderse por años, aunque por lo general se resuelve dentro de los primeros 6 meses. Las personas mayores de 70 años están en mayor riesgo de un dolor más persistente.
Las complicaciones oculares son comunes y ocurren cuando el virus infecta de manera específica la rama oftálmica del nervio trigémino. Si no se trata esta puede causar conjuntivitis, ulceración corneal, glaucoma y hasta ceguera.
El herpes zóster rara vez es mortal en los pacientes sin compromiso inmunológico, pero puede serlo en las personas con un sistema inmunológico debilitado (inmunocomprometidas).
¿El herpes es contagioso?
Los pacientes pueden transmitir el virus a las personas que no han tenido varicela a través de los fluidos de las lesiones, por lo que se debe evitar el contacto corporal directo. Las lesiones deben cubrirse, por lo que la ropa puede disminuir la transmisión. Las personas inmunocomprometidas pueden eliminar el virus a través de las lesiones y las vías respiratorias.
¿Cuándo están indicados los antivirales?
El herpes zóster suele ser autolimitado, pero hay que considerar los antivirales en todos los pacientes, especialmente en aquellos que tienen una enfermedad grave, los mayores de 50 años, los inmunocomprometidos y los que tienen afectación del nervio trigémino.
El tratamiento con antivirales orales ayuda a reducir la replicación viral, detener la formación de lesiones nuevas, controlar el dolor, prevenir las complicaciones oculares, y reducir el riesgo de neuralgia posherpética. Este es más efectivo cuando se inicia dentro de las primeras 72 horas del inicio de la erupción y debe durar como mínimo 7 días (10 días para pacientes con compromiso ocular). No se recomiendan los antivirales tópicos.
El tratamiento del herpes zóster durante el embarazo es el mismo que para cualquier otro paciente. Entre los antivirales, el aciclovir ha sido el más estudiado en las embarazadas, siendo el más utilizado.
Se debe aconsejar a los pacientes que mantengan las erupciones limpias y secas para reducir el riesgo de sobreinfección bacteriana. Por lo tanto, los pacientes deben evitar los antibióticos tópicos o usar apósitos con adhesivo que puedan causar irritación y retrasar la curación de la erupción.
¿Cómo se debe abordar el dolor?
Dolor herpético agudo: Para el dolor leve, son apropiados los analgésicos como el paracetamol o el ibuprofeno. Para el dolor intenso, se puede recurrir a los analgésicos opioides. La lidocaína tópica y los bloqueos nerviosos también son efectivos.
En las lesiones abiertas se pueden usar lociones con calamina para reducir el dolor y la picazón. Si este dolor interfiriera con la vida diaria, deberá derivarse a un especialista en el manejo del dolor (algólogo).
Dolor posherpético: Se deberá tratar el dolor leve a moderado con antiinflamatorios no esteroides o paracetamol, solos o en combinación con un analgésico opioide débil, como la codeína o el tramadol. Las personas con dolor moderado a severo deben usar analgésicos opioides más fuertes, como la oxicodona o la morfina.
Cuando estos abordajes son ineficaces, se deberá ofrecer tratamiento con antidepresivos tricíclicos, como la amitriptilina o anticonvulsivantes como la gabapentina o la pregabalina. Para quienes no toleran los opioides, puede usarse una combinación de anticonvulsivantes y antidepresivos tricíclicos o corticosteroides.
Referencias:
- Comisión de Salud Pública de Boston. Culebrilla (herpes zóster). Oficina de Enfermedades Infecciosas. Spanish |June 2018
- NINDS. La culebrilla. Esperanza en la investigación. National Institute of Neurological Disorders and Stroke. National Institutes of Health
Aprende sobre el herpes zoster